Lluís Llanas Rigol
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¡Empapados de Año Nuevo!
En nuestro viaje de abril, sin saberlo, aterrizamos justo en medio de una de las fiestas más locas (y mojadas) de Tailandia: el Songkran, o como lo rebautizamos entre risas, el “festival nacional de la guerra acuática”.
Se trata del Año Nuevo tailandés, que llega después de la cosecha del arroz. Aunque suena solemne —y de hecho, lo es en muchos momentos—, también es un fiestón. Es una celebración familiar, llena de respeto hacia los mayores, homenajes a los antepasados y reverencias a las imágenes de Buda. Pero el protagonista absoluto es el agua, que simboliza purificación, limpieza de las penas del año anterior y buenos augurios para el que empieza. Nada de lanzar confeti o brindar con cava: aquí te lanzan un cubo de agua helada en plena calle y te desean suerte con una sonrisa.
“Songkran” viene del sánscrito y significa algo así como paso del sol, una manera muy poética de decir: ¡a moverse, que empieza un nuevo ciclo!
Ahora bien, lo divertido empieza cuando ves a toda una ciudad armada con pistolas de agua gigantes, cubos, mangueras e incluso bombas caseras conectadas al río. Nadie se salva: turistas, locales, motociclistas, camionetas llenas de jóvenes armados hasta los dientes (¡con agua, claro!). Eso sí, hay normas: nada de mojar a los monjes, a los abuelitos ni a los peques. Todo lo demás… ¡al remojo!
Un momento muy especial son las regatas. Las familias se plantan a la orilla del río como si fuera un picnic acuático, sacan la comida, animan a su equipo favorito y siguen empapándose entre bocado y bocado.
Nosotros acabamos calados hasta los huesos, pero con una sonrisa que duró días. Si alguna vez te cruzas con el Songkran, deja el paraguas en casa y agarra tu pistola de agua. ¡Es imposible no divertirse.