Carlos Blanco
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Situado en las inmediaciones de Villaviciosa, en Castiello de Selorio, el restaurante aparece a poca distancia de la salida de la autovía, con prácticamente nada a su alrededor. Lo primero que te llama la atención es el jardín tan bien cuidado que tienen al pasar la verja.
Una vez dentro, Lola nos atendió desde el principio haciéndonos sentir como si estuviésemos en nuestra casa. Casi ni me fijé en el comedor, porque al ir con nuestro chihuahua nos tenían reservada una mesa en la terraza interior, un verdadero remanso de paz con vistas a su huerto y sus árboles.
Opción de carta y menú degustación, que elegimos sin dudarlo, adaptándonos uno de lo pases para que mi pareja esquivase la ostra.
Después de unos panes espectaculares y una mantequilla aromatizada inolvidable, resultaron impresionantes los Ninyonakis de queso asturiano, el Bonito, la Merluza y la Ternera asturiana (una carrillera que se deshacía en la boca). La mano que desde la cocina tiene Iñaki con los pescados, de primerísima calidad, pone el listón muy alto.
Un peldaño por debajo están el muergo (la navaja gallega), algo escaso de sabor, y la croqueta, que pese a tener una textura buenísima no alcanzas a reconocer a qué sabe (es de leche fresca, pero se queda escasa de potencia). La ensalada líquida es un chute de frescor, pero al venir en un vaso de chupito nos supo a poco. La alternativa a la ostra, que estaba bien, sin más, fue un tartar de calamares en su tinta con cebolla roja, que tampoco nos apasionó.
El postre, asombroso en forma y sabor. Te esperas una textura abizcochada, pero te encuentras con una especie de helado de chocolate alveolado, tipo esponja, que, acompañado por una quenelle de cacahuete salado conforma uno de los mejores postres que hemos probado últimamente.
El precio del menú es de 65€ por cabeza, lo que sumado a las consumiciones tuvo como resultado en torno a los 140€. Relación calidad-precio maravillosa. Por la calidad de la comida, por el servicio fantástico y por el buen rato que pasamos en su fenomenal y tranquila terraza, arreglando el mundo con Lola antes de irnos. Es un sitio para volver sin duda, y para disfrutar sin prisas y dejarte llevar.