Carlos Blanco Casal
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Cena para cuatro en este restaurante clásico de la ciudad, recomendado desde hace años en la Guía Michelín. Decoración sobria y espacios íntimos conseguidos con láminas de madera, dando la impresión de estar en un reservado.
Carta con peso importante de carnes y pescados, con un amplio abanico de procedencias, maduraciones y precios.
Como entrantes elegimos la cecina de Wagyu, fantástica, las anchoas con queso de Arzúa, de muy buena calidad, y las volandeiras (que no zamburiñas) con salsa de cítricos, muy planas de sabor.
El festival vino con las carnes. Nos decantamos por el Chuletón A NOSA TERRA raza rubia (60 días de maceración) y por el Entrecot de lomo bajo de Nebraska. Un espectáculo de producto, apenas tocado, presentado con un plato caliente para conseguir el punto deseado, un trío de aderezos (sal de vino, mostaza y otro más que no recuerdo) y unas patatas fritas con pimientos riquísimas. Los criollos con su salsita, muy sabrosos también. La carne, sinceramente maravillosa, se deshacía en la boca.
Los postres hubiesen sido perfectamente obviables, quedándonos con las ganas de probar la torrija. Compartimos el milhojas, muy tosco y con una crema que parecía industrial, y las filloas rellenas de crema, sin más. Bajan el nivel de la comida.
Servicio muy bueno, rápido, cercano y asesorándonos muy bien con las cantidades. Precio, acorde a la calidad, sobre todo de las carnes, 60€ por cabeza. Para darse un homenaje con piezas de altísimo nivel, probablemente de los mejores sitios de Coruña en este aspecto, y con un debe en el apartado de postres, bastante flojillos.